Si dijéramos que en la noche esta el tango

Me gusta caminar la ciudad de noche. Solo, me gusta caminar la ciudad de noche

Salir, encontrarse con amigos, reír, disfrutar hasta perderse y encontrarse en y con los otros. Después de todo eso conviene caminar un rato. Mes sans in corpore sans. Caminar ayuda a digerir la comida, la bebida, al tiempo que acomoda ideas, relativiza miedos, perdona errores y a veces puede reconocer algunos méritos.

Cuando salis con gente que te conoce mucho también te llenas de referencias sos tal o cual el que hizo o hace esto y aquello, caminar solo de noche también es digerir eso, recuperar el anonimato no ser nadie en medio de la oscuridad iluminada artificialmente.

Hablo de Buenos Aires de noche, no tengo tantas experiencias, no camine tantas ciudades-. Me gusta caminar por Buenos Aires de noche y solo.

Todos tenemos mejores y peores temporadas. Mi baile con Buenos Aires de noche también; y esa temporada tiene nombre de mes: noviembre. Las tipas dejan las veredas y calles alfombradas amarillo, los tilos endulzan el aire, los balcones y terrazas rien reuniones y despedidas de año, el viento del río refresca las primeras jornadas de calor asfixiante y las calles cantan mentirosas que en diciembre nos vamos a seguir riendo con buenos tratos. Si, mienten, las calles de Buenos Aires mienten de noche pero yo juego a que le creo y también les miento; les digo con pasos palabras que las voy a caminar todas, de punta a punta y que tal vez me pierda en ellas para siempre… me pierda o me transforme en parte de ellas, un decorado más no le viene mal a esta ciudad devoradora. Entonces la ciudad juega a creerme y me trata bien en mi vagabundeo nocturno.

Caminar por lugares donde ya estuve se siente como pisarle las huellas al tipo que fui. Me busco, a veces me reconozco. Me miro con enojo e intento perdonarme. Otras veces me miro y me alegro de esa huella que, como cinta sinfin me lleva al lugar donde estoy parado. Camino para buscarme y también para perderme. La noche es buen lugar para eso. En tanta oscuridad la luz es más visible, los detalles parecen perderse al mismo tiempo que los contornos se definen con más fuerza. Allá a lo lejos viene un colectivo, ¿será el que me acerca? A quién le importa, igual lo voy a dejar pasar.

Las risas, los bermudas (si pudiera viviría en bermudas todo el año), los vestidos claritos de verano recién estrenados, los perfumes, las botellas de espumante que descorchan risas, los amigos, los compañeros de cotidiana tarea laboral encontrándose fuera de la rutina. Todo eso está ahí cerquita de los cajeros automáticos convertidos en refugios para gente perdida. Perdidos en la noche, perdidos por el consumo, perdidos por un sistema que mastica, eructa y escupe personas sin siquiera darse cuenta. Si, también camino de noche y me termino encontrando con todo lo que me enoja y duele.

Alguna vez leí a Pity de Viejas Locas decir que a él le gustaba viajar en colectivo durante toda la noche: se subía al primero que llegaba y se pasaba toda la noche yendo de cabecera en cabecera. El vagar sin rumbo. La locura. La apuesta a que el cansancio físico le ponga límite a la inquietud mental. Mente pausada en cuerpo cansado.

Las piernas me dicen que hay que llegar, la cabeza me dice que hay que descansar y el alma – ¿existe? sí, creo que sí – me dice que hay que vivir mil vidas pero ninguna en particular.

La música va siempre en mi cabeza; o la meto a través de auriculares enchufados a mis oídos o brota de mi alrededor. Algunas personas saben ponerle imagen a la música y hacen cosas tan maravillosas como este video que es el mejor cierre para este texto nocturno y ruidoso.

PS: gracias Mariu por las correcciones.