El amor en los tiempos del cólera

Acerca del recital que Cienfuegos disfrutó y sufrió el pasado viernes 5 de abril en Groove.

Una misa negra, esa es la primera impresión que permanece cuando el recital de Cienfuegos termina, una celebración del dolor, el sexo, el amor y el frenesí. Una celebración oscura que no busca exorcizar como lo hacen otras celebraciones en clave rock o punk rock. Cienfuegos pone en el centro del escenario todos esos elementos y baila a su alrededor hasta consumirse como una vela que se apaga en un templo vacío. Una vela en la oscuridad se ve en rojo, negro y blanco; esos eran los colores predominantes en el escenario de Groove; el rojo y el blanco bajaban de las luces, ellos, los músicos estaban vestidos casi todos de negro, blancos eran muchos de los cabellos y el collar simil perlas del frontman de la banda, Sergio Rotman, un tío sacado en un Bar Mitzvá, Bob Patiño de afetas, un cantante punk que toca el saxo en bandas, un buscador incansable de emociones de escenario.

Rojo y negro fueron los colores del escenario de Cienfuegos tal vez una búsqueda puramente estética, tal vez un homenaje al anarquismo. Con esta gente, por suerte, nunca se sabe.

Este recital fue el primero, aunque el segundo en anunciarse. El anuncio llegó luego que se agotaran todas las entradas para del 6 de abril. Caos, contrasentido y amor parecen ser marcas indelebles en la historia que sigue a la banda, Rotman dijo que una nube negra de negatividad parece seguir a la banda, tal vez sea eso. Con esta gente nunca se sabe.
El público del 5 de abril llegó con una enorme carga de ansiedad porque en su gran mayoría eran fanáticos que se habían quedado sin entrada para la otra presentación.  Los 15  minutos que pasaron entre las 21 y cuando comenzó a sonar el solo de tambora que hace de introducción para «Hacia el cosmos»  parecieron ser eternos. Finalmente, con las luces apagadas del local terminó el solo y aparecieron los músicos sobre el escenario. Abajo el publico alborotado, algunos se abrazan y sonríen,  otros gritan y unos que estaban en el fondo se abren camino a los codazos para llegar bien adelante, todos parecen tener mas de 30 años cumplidos.
El primer tema resulto ser «Llega el dolor», tal vez porque a partir de ahí, del dolor, es de donde se lanza esta banda. 

Si el recital de Cienfuegos remite a una misa negra, entonces es fácil imaginar que Rotman hace de sacerdote y que sacudiendo como poseído su pandereta invoca desde el cielo y desde las entrañas oscuras de la tierra a la muerte, el amor, el dolor y el sexo, las obsesiones del humano no conformista.

El público tiene en su mayoría más de 3 decenios y los músicos llevan más o menos ese tiempo intentando armar esta banda y sostenerla. En esos tantos años han ido acumulando influencias, sonidos varios, al tiempo que han mantenido una coherencia en las letras que armaron. Entonces la banda suena a punk pero también a new wave a blues, a baladas y a canciones sencillas. Esa acumulación de influencias con coherencia de temática se ve reflejada en los covers elegidos para hacer sonar en la noche de Groove:

  1. Moonage daydream de Davie Bowie, presentado por Rotman como la primera canción que intentaron tocar hicieron juntos. 
  2. Once in a life time de los Talking heads, que pareció estar fuera de programa o tocada antes de tiempo, dejando entrever que la relación arriba del escenario esta bastante cargada.
  3.  Love will tear us apart de Joy Division en una versión urgente rockera que al cambiar el perfecto inglés elegante de Ian Curtis por el de Rotman suena más rabiosa que desesperanzada.

Esta es una banda de melómanos atormentados, a veces rabiosos que fueron adolescentes a comienzo de los 80s y se les nota. Además es una banda de amantes de la poesía y también se les nota.

Cienfuegos es una banda que no existe repite una y otra vez el cantante y este sinsentido al estilo de la pipa de Magritte tiene varias explicaciones. Por supuesto que la más sencilla es que esta serie de recitales no tienen horizonte ninguno. No hay gira ni edición de disco nuevo a la vista. Pero con el correr de las canciones surge otra lectura posible, Cienfuegos es una banda y no un proyecto solista y como tal se basa en la suma de sus integrantes que no son de relleno ni reemplazables. Entonces las composiciones y los créditos son repartidos y así sucede arriba del escenario. Antes de interpretar Corazón morado se lo nombra a Fernando Ricciardi como autor, lo mismo con Gigio González antes que suene Celoso y con Hernán Bazzano ante que suena La colina.  No solo se nombre la canción y quien la escribió sino que ademas se narra la importancia de estos miembros en la historia de la banda.

Es una química muy productiva la que tienen ellos a la hora de tocar y componer, es imposible terminar de entender porqué es tan inestable. Lo que pasa es que con esta gente nunca se sabe.

Fueron cerca de 30 canciones en 2 horas, la sensación es que las canciones que tenían que estar estuvieron todas y que el sonido de esta banda es tan parejo como diverso. Claramente se trató más de una celebración que de una exorcismo, un intento de convocar algo arriba del escenario para hacerlo arder. Rotman mencionó una y otra vez lo ingrato que fueron esos casi 30 años de camino juntos, de under de locales a medio llenar con pésimo sonido, parece querer decir no olviden eso, nosotros no lo olvidamos. Porque es cierto que a partir de la llegada y partida del dolor, el bienestar puede ser mejor percibido y disfrutado o tal vez solo sea una diatriba mala onda sin más sentido que la pura catarsis. ¿Ya esta claro no? Con esta gente nunca se sabe.

Convocar arriba del escenario para hacer arder; el show cerró con La eternidad cuya primera estrofa es:

La vida se nos va
otra esperanza ha muerto
y no tenerte
me hace sentir enfermo

Ojalá los volvamos a ver pronto y (los liberen en spotify )